He visto llegar a la leprosa. Quedó tendida junto a la mata de azaleas que sonríe en el abandono del hospital.
Cuando llegue la noche se irá la leprosa. Se irá la leprosa porque el hospital no la acoge. Se irá cuando el día vaya hundiéndose dulcemente en el atardecido, pero hasta el día prolongará sus lumbres amarillas para no irse junto a la leprosa.
Llora, llora junto a la mata de azaleas. Las hermanas rubias y vestidas de azul la han abandonado: no curarán sus tristes llagas las hermanas rubias vestidas de azul.
Los niños, prohibidos de acercársele, han huido por los corredores.
La han olvidado los perros, los perros que lamen las heridas de los olvidados.
Pero la mata rosada de las azaleas —sonrisa única y dulce sonrisa del hospital— no se ha movido del rincón del patio, del rincón del patio donde la leprosa quedó abandonada.