PAÍS POEMA

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lord byron

y has muerto, tan joven y bella

¡Oh, qué poco vale la conversación con otros cuando te recuerdo!
1.
Y has muerto, tan joven y bella,
como si no hubieras nacido mortal;
y tu figura tan delicada, y tus encantos tan especiales,
¡demasiado pronto han vuelto a la tierra!
Aunque la tierra los reciba en su lecho
y la multitud pisotee ese mismo lugar,
por descuido o alegremente,
habrá una mirada que no podrá soportar
detenerse ni un instante en esa tumba.
2.
No preguntaré dónde yaces, ahí abajo,
ni siquiera miraré el lugar;
podrán crecer allí las flores y la hierba,
así que no quiero verlas.
Para mí es suficiente saber
que lo que amé, y lo que siempre voy a amar,
como vulgar tierra va a pudrirse;
no necesito que ninguna lápida diga nada.
Nada importa que haya amado tanto.
3.
Claro que te amé hasta el final,
con tanta pasión como tú a mí,
que no cambiaste ni un solo momento
y ya no podrás cambiar.
El amor en el que la Muerte ha puesto su sello
ni el tiempo lo podrá enfriar ni rival alguno lo podrá robar,
ni la traición podrá negarlo:
y, lo que sería peor, tampoco podrás ver
ni mal, ni infidelidad, ni defecto en mí.
4.
Los mejores días de la vida fueron nuestros,
los peores no pueden sino ser solo míos:
el sol que nos alegra, la tormenta que nos entristece,
ya nunca serán tuyos.
El silencio de ese tu sueño sin sueños
lo envidio ahora demasiado como para llorar,
y no voy a quejarme
de que todos esos encantos ya hayan desaparecido,
porque [si vivieras] tendría que haberlos visto pudrirse lentamente.
5.
La flor, en su incomparable y absoluta belleza,
debe caer como presa fácil,
aunque ninguna mano la arranque antes de tiempo;
las hojas deben ir cayendo
y por eso sería un dolor mayor
verla marchitarse, pétalo tras pétalo,
que verla arrebatada hoy,
porque la mirada apenas podría soportar
ver el cambio de la belleza a la podredumbre.
6.
No sé si podría haber soportado
ver desvanecerse tu belleza;
la noche que sucedió a aquella mañana
vino ataviada con sombras aún más profundas:
el día sin una nube había pasado
y tú estuviste encantadora hasta el final;
te apagaste, pero no te consumiste,
como las estrellas que resplandecen en el cielo
y lucen aún más brillantes cuando caen desde lo alto.
7.
Como entonces lloré no he llorado jamás,
mis lágrimas bien pudieron derramarse
al pensar que no estuve a tu lado para guardar
el luto junto a tu cama,
para mirar, ¡con cuánto amor!, tu rostro,
para estrecharte en un dulce abrazo
y sujetar tu cabeza insensible,
y mostrarte que el amor, poco importa que no sirva de nada,
ni tú ni yo podremos sentirlo de nuevo.
8.
Pero tendría mucho menos,
aunque me hayas abandonado,
si conservara las encantadoras cosas que aún quedan de ti:
¡es mejor recordarte así!
Todo lo que no puede morir de ti
a través de la eternidad oscura y estéril
vuelve a mí
y tu amor enterrado me parece adorable,
más que cualquier cosa… salvo los años que estuviste viva.