1.
Río que corres junto a las antiguas murallas,
donde vive la dama de mi amor, cuando ella
camine por tus orillas y allí, por ventura, tenga
un leve y fugaz recuerdo de mí,
2.
¡ojalá tu ancha y profunda corriente fuera
el espejo de mi corazón, donde ella pudiera leer
los mil pensamientos que ahora te confieso a ti,
rebeldes como tus olas, impetuosos como tu corriente!
3.
¿Qué digo? ¿El espejo de mi corazón?
¿Acaso no son tus aguas arrolladoras, oscuras y violentas?
Así como eran y son mis sentimientos, así eres tú;
y así como tú, así es duradera mi pasión.
4.
Puede que el tiempo la haya calmado un poco… pero no para siempre;
Tú te contienes a duras penas en tus orillas… pero no es para siempre.
¡Tu cauce hierve en el fondo, río amigo!
Tus riadas menguan y las mías se calman.
5.
Pero muy atrás quedaron los naufragios, y ahora de nuevo
arrastrados por nuestro viejo y eterno destino, avanzamos:
tú te lanzas arrebatado hacia el mar
y yo… a amar a la única que no debería amar.
6.
La corriente que contemplo correrá
junto a los muros de su ciudad, y murmurará a sus pies;
sus ojos se detendrán en ti, cuando respire
el aire del atardecer, cuando ya no moleste el calor estival.
7.
Ella te mirará… y yo te he mirado,
rebosante de ese pensamiento; y, desde ese momento, jamás
pude soñar con tus aguas, ni nombrarlas, ni verlas,
sin suspirar inevitablemente por ella.
8.
Imaginaré sus ojos brillantes en tu corriente…
¡Sí! ¡Ellos encontrarán la ola que yo miro ahora!
Los míos no pueden ver, ni siquiera en sueños,
esa ola feliz que pasa junto a mí en su corriente.
9.
La ola que se lleva mis lágrimas ya no volverá:
¿volverá ella junto a quien esa ola pasó?
Ambos paseamos por tu ribera, ambos vagamos por tus orillas,
yo junto a tus fuentes, ella junto al oscuro y profundo azul.
10.
Pero lo que nos mantiene separados no es
la distancia, ni la profundidad de las olas, ni un pedazo de tierra,
sino la ciega locura de un destino diferente,
tan diferente como los países en los que nacimos.
11.
Un extranjero ama a una dama de la comarca,
nació al otro lado de las montañas, pero su sangre
es meridional, como si nunca hubiera sufrido
los vientos negros que hielan las corrientes polares.
12.
Mi sangre es absolutamente meridional; si no lo fuera,
no habría abandonado mi país, ni sería
—a pesar de tantos sufrimientos que jamás olvidaré–
esclavo del amor una vez más… al menos del tuyo.
13.
De nada sirve luchar… dejadme morir joven,
vivir como he vivido, y amar como he amado;
y volver luego al polvo, pues del polvo nací,
y entonces, al menos, ya nada dañará mi corazón.