I
¡Titán! En cuya mirada inmortal
los sufrimientos de los mortales,
reflejados en su triste realidad,
no eran como todo lo que los dioses desprecian;
¿cuál fue la recompensa de tu compasión?
Un sufrimiento callado, y terrible;
la roca, el buitre y las cadenas,
todo el dolor que puede sufrir el orgullo,
la agonía que no se deja ver,
la asfixiante conciencia de la desgracia
que no se muestra más que en la soledad,
y aun así es tímida, salvo que el cielo
sea su confidente, y no dejará oír un suspiro
hasta que su voz no tenga eco.
II
¡Titán! A ti se te concedió la lucha
entre el sufrimiento y la voluntad,
que son tortura donde no pueden matar;
y el implacable Cielo,
y la inmutable tiranía del Destino,
el principio fundamental del Odio
que solo por placer crea
todo lo que luego aniquila,
te negaron incluso la gracia de morir:
el maldito don de la eternidad
era tuyo… y bien lo has sufrido.
Todo lo que el dios del Trueno te arrebató
no fue sino la amenaza que con violencia le devolvió
los tormentos de tu tortura;
el destino sin duda anticipaste
pero no se lo dijiste para aplacar su ira
y en tu Silencio estaba su Condena,
y en su Alma, un vano arrepentimiento,
y un miedo malvado, tan mal disimulado
que incluso los relámpagos temblaban en sus manos.
III
Tu crimen divino fue ser bueno,
procurar que con tu decisión moral menguaran
las espantosas desgracias de los hombres,
y el hombre se fortaleciera con su propio juicio;
pero cuando fuiste expulsado de lo alto,
humilde en tu paciente fortaleza,
en tu resistencia, y el desprecio
de tu insobornable Espíritu,
que ni la Tierra ni el Cielo podrían derribar,
una poderosa lección nos dejaste en herencia:
tú eres un símbolo y un signo
para los Mortales de su destino y su poder;
como tú, el Hombre es en parte divino,
un torrente tempestuoso nacido de una fuente pura;
y por eso el Hombre a veces puede intuir
su propio destino fúnebre,
su eterna desgracia y su sufrimiento,
y su triste existencia solitaria,
a la que solo su Espíritu se enfrenta,
y lucha de igual a igual con sus desdichas,
y una firme voluntad, y un juicio profundo,
que incluso en la tortura es capaz de atisbar
su propia recompensa en el horizonte,
triunfante donde se atreve a mostrarse desafiante
y convirtiendo la Muerte en una Victoria.