I
¡Oh!, arrebatada en la flor de tu belleza,
sobre ti no caerá ninguna pesada losa,
solo crecerán rosas sobre la hierba de tu tumba,
sus pétalos, los más tempranos del año,
y el ciprés silvestre se mecerá con serena melancolía.
II
Y a veces, junto a ese arroyo que borbotea azul,
la Tristeza reposará su lánguida cabellera,
y alimentará sus meditaciones con ensoñaciones,
y largos descansos, y leves paseos,
¡pobre desgraciada!, ¡como si sus pasos pudieran molestar a los muertos!
III
¡Vete! ¡Sabemos que las lágrimas son en vano,
que la muerte ni se ocupa ni escucha a los desdichados!
¿Y por eso se nos va a olvidar llorar?
¿O por eso los que lloran van a llorar menos?
Y tú… que me dices que olvide,
tus miradas son melancólicas y tienes los ojos llenos de lágrimas.