1.
Ha llegado el momento en el que este corazón no debería conmoverse,
porque otros han dejado de conmoverlo;
sin embargo, aunque no me puedan amar,
¡dejadme que yo siga amando!
2.
Mis días tienen ya las hojas amarillas,
las flores y los frutos del Amor ya no existen;
¡los gusanos, el cáncer y la pena
es lo único que me queda!
3.
La fiebre que ha hecho presa en mi pecho
es como esas islas volcánicas:
ninguna antorcha brilla ante su resplandor…
una pira funeraria.
4.
La esperanza, el miedo, el cariño celoso,
esa parte sublime del dolor
y el poder del amor, no puedo compartirlo,
sino cargar con mi condena.
5.
Pero no es así, y ni aquí
ni ahora cuando tales pensamientos deberían estremecer mi alma,
cuando los honores engalanan el ataúd del héroe,
o [el laurel] ciñe su frente.
6.
La espada, la bandera y el campo de batalla,
¡Gloria y Grecia, os veo a mi alrededor!;
el espartano, derribado junto a su escudo,
no fue más libre.
7.
¡Despierta…! (No Grecia: ella está despierta.)
¡Despierta, alma mía! ¡Piensa por quién
tu sangre busca su fuente original
y luego vuelve a casa!
8.
¡Sigue las huellas de esas pasiones vivificantes,
indigna humanidad…! Aunque para ti
siempre es indiferente la sonrisa o el disgusto
de la Belleza.
9.
Si lamentas la juventud, ¿por qué vives?
La patria de las muertes honrosas
está aquí: ¡ve al campo de batalla y entrega
tu último aliento!
10.
Busca —pocos la han buscado y muchos la han hallado—
la tumba del soldado, y busca la mejor para ti;
luego mira a tu alrededor, y escoge la tierra,
y descansa.