¡Es posible! ¡Eso opinan!
Mas yo persigo otra huella:
la felicidad reunida
encuentro sólo en Zuleika.
Es porque ella a mí se entrega
que soy un yo que me es digno;
y si ella de mí se aleja,
muy pronto estaré perdido.
Habrá Hatem acabado.
Mas me transformo en seguida.
En un santiamén me encarno
en el bello al que ella mima.
Querría ser —pues no un rabí,
que me causa desazón—
Firdusi o Motanabí
o al menos emperador.