Sube, cae tu voz,
se mueve el sol, nos besa.
Y en la vida del aire
se renuevan las hojas,
cantan pequeños picos
desde las ramas altas.
Es la luz, es la vida
que se va, la triunfal
muerte, tú y yo, y el pájaro
que canta, que cantamos.
Sentado aquí, contigo,
después que la felicidad
deviene súbita
para que la tristeza
la desborde después,
¿qué le falta a mi pecho
para ser ya ceniza?
Ah sí, solo la fuerza
que, aquí abajo, concilia
la carne con la sombra,
el sueño con la nada,
puede en su voluntad
hacerme eterno y árido.
Después que la felicidad
deviene súbita
para que la tristeza
la desborde después,
queda inservible el mundo;
y aun la tristeza misma,
nacida del misterio,
se ha de tornar, inútil,
a su cueva.
Serena,
irá ocupando el sitio,
sin demasiada prisa,
la alegría que vuelve.