No salvo tu continuidad,
la unidad de tu ser
que fue tan vigorosa.
Y me esfuerzo.
Salvo, en la red, algún pecio
informe,
fragmentario,
aunque no más que el mío,
cuando quiero salvar
lo que soy,
que es solo lo que fui.
Mas yo dependo aún
de la realidad de aquí,
la que respiro,
soy más ajeno
y tú solo dependes,
tú que tuviste tanta realidad
mayor,
de esta mi perezosa voluntad
de amor tan abundante.
Conmigo morirás
definitivamente.
Y albergará el cadáver
que habrá de definirme,
por un escaso tiempo,
el tuyo diluido
y transparente.
Después los dos seremos
un solo y puro
vacío
misterioso.
La sosegada música
inaudible.