PAÍS POEMA

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eva garcía fornet

gracias por viajar con ryanair

Siempre que me bajo del avión me sangra la nariz.
Piso el suelo de Málaga bajo un charco de sangre.
Luego me llega el olor del perfume del duty free
y vomito el tunnbröd en el lavabo.
Entonces estoy preparada para salir a la calle.
Se me mete el olor a mar y a sol en las fosas nasales limpias.
La piel reacciona sintiéndose viva y me entra hambre.
En la estación de tren paro en cualquier bar a comer tortilla
y me marea el chocar de vasos y el olor a suavizante
que la gente echa en exceso a la ropa.
Todo el mundo habla alto y haciéndose notar en el mundo
y me miran raro porque me he sentado un sábado por la tarde sola.
Son miradas duras y sin vergüenza,
se me había olvidado lo mucho que duelen,
se me había olvidado lo lejos que están del silencio.
Espero el tren como quien espera un refugio.
Veo pasar los campos de secano llenos de cazadores furtivos.
Veo los descampados pidiendo a gritos que alguien se acuerde de ellos.
Veo los olivos sobreviviendo a las autopistas y a la luz rotunda.
El horizonte limpio ofreciéndotelo todo de primeras.
Llego a casa y todo huele como siempre
a pesar de que muchos ya se han marchado.
Siempre huele a humo de rastrojos y a ropa mojada en las azoteas
y nunca se detiene el reloj de neumáticos de las rotondas.
Ya tengo la jaqueca de la llegada,
ya arde todo por dentro y me duele el cuello.
Busco a cualquier animal que se mueva,
busco un instante de delicadeza en la maleza,
algo de comprensión entre esta gente tan tan...todo y de primeras,
pero sólo me responden las ratas
y los galgos abandonados a los que acojo como siempre.
El mundo es sólo un cascote en el universo
Lo sabes y ya no hay vuelta atrás.
Estás condenada a fundirte con él,
convertirte en lava o musgo y desaparecer,
y en el momento final cuando todo esto ya haya pasado
sentirse así como ahora en esta azotea, dolorida y de paso,
con el alma llena de rastrojos quemados
pero habiendo aprendido lo poco que me dejásteis aprender
cuando andaba entre todas vuestras luchas y mis heridas.
Quizás volaré ahora con mis alas de polilla,
kamikaze siempre del aire,
de camino al cielo de los idiotas
donde seguro me acogerán como si fuese de la familia.