Barrio quinqui
de noches con ventanas abiertas
por donde se cuelan las malas borracheras.
En las azoteas los perros sufren su martirio de cuerdas,
si pudiesen hablar te contarían los mil golpes de cada costilla.
Barrio quinqui, costumbre de mirar siempre para otro lado
no sea que acabes resbalándote en el filo de la navaja siempre lista.
Barrio de curtirse la piel con todos los vientos que vienen de lado,
de meter los ojos en el pozo de olvidar sentimientos,
de ver cómo la suerte pasa en moto y se va para el centro,
de hacerse una armadura de hierro y de heroína,
de ver alejarse los trenes llenos de gente
esperando que alguien nos compre el billete.
Puto barrio quinqui, maldito mil veces.