Mi alma, qu’ es el talento
Que de tí, Dios, alcanzé,
Conozco que la empeñé;
Y empeñéla en un contento
Que fácilmente gasté.
Y tú, mi Dios, eres tal,
Que de tu propio caudal
La desempeñas, Señor;
Con que yo ponga el dolor
De haberla empeñado mal.
Si al cargo que me haceis,
Que tan apurado viene,
Contador justo no tiene
Cuanto entregado me habeis,
Y en el gasto desigual
No me deja descargado
El pesar de haber gastado
Vuestra hacienda tan mal.
Venga la pena, que iguala
Las quentas; venga el rigor:
Castigar podreis, Señor,
Al que os dá quenta tan mala.
Mas la Fé me representa
Que aunque es corto mi descargo,
Sois tan liberal y largo
Que habreis de romper la quenta