PAÍS POEMA

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baltasar del alcázar

letrillas

I.
Tres cosas me tienen preso
De amores el corazon,
La bella Inés, el jamon,
Y berenjenas con queso.
Esta Inés, amantes, es
Quien tuvo en mí tal poder,
Que me hizo aborrecer
Todo lo que no era Inés:
Trájome un año sin seso,
Hasta que en cierta ocasion
Me dió á merendar jamon
Y berenjenas con queso.
Fué de Inés la primer palma,
Pero ya júzgase mal
Entre todos ellos cual
Tiene mas parte en mi alma.
En gusto, medida y peso
No les hallo distinción;
Ya quiero Inés, ya jamon,
Ya berenjenas con queso.
Alega Inés su beldad,
El jamon que es de Aracena,
El queso y la berenjena,
Su andaluza antigüedad.
Y está tan en fiel el peso.
Que, juzgando sin pasion.
Todo es uno: Inés, jamon
Y berenjenas con queso.
Servirá este nuevo trato
Destos mis nuevos amores
Para que Inés sus favores
Me los venda mas barato;
Pues tendrá por contra-peso
Si no hiciere la razon,
Una lonja de jamon
Y berenjenas con queso.
II.
A CUPIDO.
Conténtate ya, rapaz,
Con las travesuras hechas
Depon el arco y las flechas
Tengamos la fiesta en paz.
No despiertes deshonesto
La memoria de mis daños,
Y de los pasados años
Los trances en que me has puesto;
Y pues me hallo, rapaz,
Libre de cantar endechas,
Depon el arco y las flechas.
Tengamos la fiesta en paz.
No me obligues á mas duelos,
Ni á beber con ciego error
Aquel amargo licor
Que en tu casa llaman celos;
Ni me traigas mas, rapaz,
Entre miedos y sospechas;
Depon el arco y las flechas,
Tengamos la fiesta en paz.
No quiero sufrir tu avara
Condicion, cruel verdugo,
Ni llevar al cuello un yugo
Que Alcides no lo llevara:
Ni atarme, aleve rapaz,
Con cadenas tan estrechas:
Maldiga Dios tu arco y flechas,
Turbadoras de la paz.
Nunca yo torne á tenerte
Por señor en esta edad,
Pues es tu paga crueldad,
Confusion, vergüenza y muerte.
Y pues tan poco, rapaz,
A los tuyos aprovechas,
Seis higas d tu arco y flechas,
Y á tu escandalosa paz.
III.
¡Cómo, Inés, de mi dinero
Has dado y cabo de mí!
Pues yo me doy desde aquí
Por pobre y por majadero.
Yo, Inés, saqué de mi tierra
Diez ducados desta vez,
Con que pude al rey de Fez
Y al Preste Juan hacer guerra:
Y como no soy guerrero,
Depositélos en tí,
Diciendo todos de mí,
Que soy fino majadero.
Suspenso estoy, hecho un cesto
De solo considerar
Cómo pudiste gastar
Tanto dinero y tan presto.
No fué el tiempo mes entero,
Pues yo no me lo comí;
Al fin, Inés, yo caí
Como fino majadero.
IV.
Marido me habeis piadoso,
Ojos, así Dios os guarde;
Que es ya tarde.
Si ello fuera más temprano,
Ojos, yo os lo aconsejara
Primero que me mirara
Quien os ganó por la mano;
Bien sé lo que en ello gano,
Mas háceme ser cobarde
Ser ya tarde.
Ojos, llamáisme y no voy;
Amor lo quiere y mi suerte;
Ayudad á que despierte
Del dulce sueño que estoy;
Pero siendo cuyo soy,
Otra beldad no me aguarde:
Qu’ es ya tarde.
Mirarme otro tiempo fuera,
Ojos, mejor grangeria:
Que ahora el alma no es mia,
Pues lo que daros pudiera
Sabe Dios cuanto quisiera
Acudir á vuestro alarde;
Mas es tarde.
Si de mirarme gustais,
Ojos no estoy tan despacio;
Que ya está para Palacio
Tomado lo que miráis;
Y si encender procurais
Otro fuego del que arde,
Es ya tarde.
V.
EL AMOR SOBRE EL DINERO.
No quiero, mi madre,
Los montes de oro,
Sino solo holgarme
Con el bien que adoro.
Alma enamorada
Y algo sospechosa,
No codicia cosa
Sino verse amada;
Y así estimo en nada
El mayor tesoro,
Sino solo holgarme
Con el bien que adoro.
La que en esta vida
Tesoros procura,
Déle la ventura
Los que tuvo Mida:
Yo de amor vencida
No quiero un tesoro,
Sino solo holgarme
Con el bien que adoro.
Corra el avariento
Cual infiel pirata,
Tras la amada plata
Que le dá contento:
Que yo en nada cuento
El rico tesoro,
Sino solo holgarme
Con el bien que adoro.
Y si hubiere alguna
Que mi amor no crea,
Como yo la vea,
En igual fortuna,
Verá que ninguna
Cosa importa el oro.
Sino solo holgarme
Con el bien que adoro.
VI.
Pues el pago de mi fé,
Juana, es verme cual estoy,
Al rey de Francia me voy.
Fío me preguntes á qué.
Sufriendo las sinrazones
Que me hiciste, me han salido
Dos bultos tras el oido,
Que parecen lamparones;
Si lo son yo no lo sé,
Mas por la duda en que estoy,
Al rey de Francia me voy.
No me preguntes á qué.
Si no fueras melindrosa,
Pasara con buen gobierno,
Sin intentar sobre invierno
Jornada tan trabajosa.
Pero como en ella esté
Tan cursado como estoy,
Al rey de Francia me voy,
No me preguntes á qué.
VII.
Si te casas con Juan Perez,
¿Qué mas quieres?
Si te trae del mercadillo
Saya y manto de soplillo,
Y un don para el colodrillo,
Prendido con alfileres,
¿Qué mas quieres?
Si es de tan buena conciencia
Que llevará con paciencia
Tras de cuernos penitencia
La vez que se los pusieres,
¿Qué mas quieres?
Si te permite que veas
Y goces lo que deseas,
Y al fin pasa porque seas
La peor de las mujeres,
¿Qué mas quieres?
Si para tu condición
Lo delirónseas dormilon,
Y él duerme más que un liron
Cuando menester lo hubieres,
¿Qué mas quieres?
Si el Juan Perez es de hechura
Que todo el año procura
Que todos por tu figura
Te hagan dos mil placeres
¿Qué mas quieres?
VIII.
De la dama que da luego
Sin decir: vuelve á la tarde.
Dios os guarde.
De la que á nadie despide
Y al que le pide á las nueve,
A las diez ya no le debe
Nada de lo que le pide:
De la que así se comide
Como si no hubiese tarde,
Dios os guarde.
De la que no dá esperanza,
Porque no consiente medio
Entre esperanza y remedio,
Qu’ el uno al otro se alcanza;
De quien desde su crianza
Siempre aborreció dar tarde.
Dios os guarde.
De la que en tal punto está
Que de todo se adolece,
Y al que no le pide ofrece
Lo que al que le pide dá;
De quien dice al que se vá
Sin pedirle que es cobarde,
Dios os guarde.
De la que forma querella
De quien en su tierna edad
Le impidió la caridad
Y los ejercicios de ella;
De la que si fué doncella
No se acuerda por ser tarde.
Dios os guarde.
IX.
Ya que me dabas contrario,
Falso Amor, en esta lid,
Fuera mi contrario el Cid
Y no un fraile Trinitario.
Contrario bravo que asombre,
No rubio barbi-poniente:
Yo pícome de valiente
Pero no de jentil-hombre.
Y así quisiera al contrario,
Porque en la amorosa lid
¡Voto á Dios! no puede el Cid
Lo que puede el Trinitario!
Combatiera esta querella
Con Garci-Perez de Vargas,
Que nuestras lanzas y adargas
Fueran los jueces en ella.
Y no amar con un contrario
Que con salmos de David
Hará confesar al Cid
Qu’ es mejor un Trinitario.
De Ulises es opinion
Que con palabrillas víles,
Ganó las armas de Achiles
Contra el fuerte Telamon.
Y así entiendo de ordinario,
Qu’ es irreparable ardid
Para trompicar al Cid
El pico de un Trinitario.
¿Y tú Amor, qu’ eres mi abrigo,
Y á los dos juez igual,
Te has declarado parcial
Y acudes á mi enemigo?
Pues si tu me eres contrario
Quiero dejar ya esta lid:
De las ganancias del Cid
Goze el fraile Trinitario.
X.
Juana, si á pasos contados
Vinieres á lo que quiero,
Por la fé de caballero
De darte he dos mil ducados.
Si te parece que es juego
Y que he de dejarte en blanco,
En sirviendo tú de banco,
Yo te los libraré luego.
Mas por ser adelantados
Mira si es logro primero,
Que yo á fé de caballero
De dart’ he dos mil ducados.
Y porque vengan iguales
Las obras con lo acordado,
Ves aquí luego en contado
Dos docenas de reales.
Y si á remedios pagados
Lo tienes por mal agüero,
Por la fé de caballero
De cumplir dos mil ducados.
Solo será necesario
Porque despues no te quejes,
Que si cobráres me dejes
Para mi gasto ordinario.
Que para mí y mis criados
No será, por lo que infiero,
Menester tanto dinero
Que llegue á dos mil ducados.
Si llegares á la copia
Haz cuenta que ya los tienes,
En lo mejor de mis bienes
Con poder en causa propia.
Y si hallares cobrados
Los deste tercio primero
En el segundo y tercero
Bien habria dos mil ducados.
Y si al cobrar se te ofrece
Y Quien impedírtelo quiera,
Y Por otra deuda primera
Y Como á veces acontece.
Dos cuentos tengo prestados
Al Duque, dellos espero
Cumplir como caballero,
Juana, tus dos mil ducados.
En la guerra de Alemaña
Se los presté, y no se acuerda,
Debe querer que los pierda;
Mas voto á Dios que se engaña,
Los testigos son pasados
Deste siglo; mas infiero
Que no faltando dinero,
Testigos habrá sobrados.
Si quisieres la mitad
En homenages y arreos,
Te daré cien camafeos
Que valen la cantidad
En que los tengo empeñados,
Desde pasado Febrero,
Y es, á fé de caballero,
Por solo cuatro ducados.
XI.
Desde el corazon al alma
Determino de mudaros,
Para jamás olvidaros.
Tanta beldad y valor
No está bien aposentada:
Mejóreseos la morada,
Pues hay morada mejor.
El alma es quien dice Amor,
Que merece aposentaros
Para jamás olvidaros.
Aunque el corazon se ofende
No quiere volver por sí.
Porque grangéa de aquí
Todo cuanto bien pretende.
Mudaros el alma entiende,
Que es un firme aseguraros
Para jamás olvidaros.
El corazon al fin muere;
No es bien que moreis en él,
Que aunque os ha de ser fiel,
Serlo ha en tanto que viviere.
Sola el alma es la que quiere
Y la que puede hospedaros,
Para jamás olvidaros.
Téngaos el alma, señora,
Que es su fin el interés,
El de los agravios es
El corazon que os adora.
Llora el triste, mas no llora,
Porque al fin es mejoraros,
Para jamás olvidaros.